El egoísmo
El egoísmo, es utilizado como un adjetivo calificativo, y puede aplicársele a cualquier persona como si de algo normal se tratara. Podemos decir que un individuo es perezoso, o impaciente, o egoísta, y esto configura una característica de su personalidad. Sin embargo, el egoísmo es un defecto del comportamiento y este rasgo es mucho más dañino de lo que parece. El egoísmo es un instinto de supervivencia, desarrollado por una falta de confianza y tiene su origen en la infancia.
Origen de egoísmo
El niño que aún no ha desarrollado herramientas para proveerse a sí mismo, crece confiando en sus progenitores, que proveen sus necesidades. Así se genera un entorno de confianza, y por consiguiente, un niño confiado. No con la explicación, sino con la experiencia de la vivencia. De nada sirve decirle a un niño: -Hay que compartir-, si después no se comparte con él (compartir tiempo, afecto, atenciones y recursos). -Si no confío que los demás me van a proveer, porque no es así que lo hacen, yo deberé proveerme a mí mismo- (instinto de supervivencia), -y cuando lo consigo, con mí esfuerzo, no lo comparto, porque no sé cuando se acabará, si me sobra, quizá te dé algo, pero primeramente yo me saciaré-, ésta es la configuración básica del egoísmo. Dar lo que sobra no es compartir, no es generosidad, es limosna... El egoísta no confía en recibir ayuda, por que no se sintió ayudado, y su cerebro no es capaz de realizar el razonamiento lógico de que esa situación, aun desfavorable para él, no es matemática, y la arraiga y la integra como un suceso que se repetirá nuevamente, y ante el cual, la única solución es su intervención para favorecerse a sí mismo. En la observación, percepción y experiencia, los niños integran, que si sus propios padres no les abastecieron, nadie más lo hará.
Los hijos de padres egoístas tienen más probabilidad de convertirse en nuevos egoístas.
El padre egoísta
Sin embargo, es precisamente la condición de PADRE, la que está cargada de una connotación especial, pues qué hay más tierno, que tener tu propio cachorro, mimarle, protegerle, enseñarle, proveerle, reír y disfrutar con él... Un padre egoísta, que sigue preocupándose por él, antes que por su propio hijo, que antepone sus intereses a los de su propio hijo, que es en definitiva la cualidad principal del egoísmo, es tan dañino para el hijo, que puede considerarse como una patología más, llegando a ser muy dañino y tóxico, y determinante para ese futuro adulto.
Es antinatural que un padre sea egoísta con sus propios hijos.
El padre distante
El egoísmo es una forma de ser y de vivir, secuela atrofiada de un crecimiento insuficiente y de una maduración abortiva de la personalidad. Es frecuente que su siembra tenga lugar en una infancia atravesada con escaso cuidado y poca reflexión, proveniente de los propios padres.
Tanto una educación excesivamente dura y crítica, como una, carente de los detalles y atención necesarios, pueden forjar una personalidad egoísta.
Si un niño ve censuradas constantemente, sus expresiones naturales de espontaneidad, y no se siente apoyado en sus sentimientos, ni valorado en sus esfuerzos, y mucho menos atendido en sus necesidades, llega a la lógica conclusión de que no se puede confiar en los adultos, de que todo cuanto desee ha de conseguirlo por sí mismo, sin esperar nada de nadie.
El resultado es un niño que crecerá desilusionado y escéptico de la bondad de quienes lo cuidan.
Ese niño, progresivamente irá integrando en su conciencia, la idea de que no importa si hace las cosas bien o mal, porque no es reconocido si las hace bien y es censurado si las hace mal, de que las personas que lo rodean son sólo medios para lograr sus fines. Prefiriendo utilizar a los demás antes de que ellos tengan oportunidad de utilizarlo a él. Mientras que concibe que en la vida sólo existen dos opciones: o eres víctima o eres predador. Si no devoras, serás devorado --- la ley de la selva, o ley del más fuerte: el pez grande se come al pequeño.
Perfil del egoísta
De egoísta activo a egoísta pasivo. Al individuo egoísta, en ocasiones, se le confunde con un luchador, pero nunca a favor, sino en contra de algo, de alguien, y en contra de todo lo que obstruya su camino.
El egoísmo es una forma de actitud adoptada por la persona, que se fundamenta en la relación narcisista y privativa consigo mismo. Con preocupación exclusiva por las propias necesidades y deseos, y sin interés por los demás (aunque los demás sean sus propios hijos, sus padres, hermanos, u otros seres, supuestamente, "queridos").
Podríamos decir que en el individuo egoísta predomina el razonamiento subjetivo sobre el objetivo. El sujeto egoísta saciará su hambre de una hora, antes de inquietarse por saciar el hambre de un niño de un día entero. Es decir, su perspectiva psicológica y, por consecuencia, su forma de vivir, se orienta siempre de acuerdo con su necesidad y autovaloración personal, menospreciando la del colectivo. Realmente hace un culto de su propio "ego" (de ahí su nombre) al que engrandece, y con el que mide a los demás --- quizá basado en los prejuicios abultados de su propio valor exagerado --- tanto emocional, como intelectual y social.
Por la misma razón, cuando carece del poder suficiente, es fácil que caiga en la explotación del polo opuesto, dando la impresión de ser un desvalido que precisa constantemente atención y cuidado de sus "protectores" --- pudiendo llegar a ejercer una auténtica "tiranía emocional" --- en el seno familiar o en el entorno correspondiente.
Éste encarna el egoísta pasivo que tiende a acomodarse, pero cuya finalidad como la del egoísta luchador es la explotación del prójimo en su propio beneficio. Porque, en resumen, la filosofía de vida de los egoístas radica en pensar que las necesidades del prójimo están por detrás de las suyas propias.
Patología del egoísmo
Para el egoísta, la felicidad radica en satisfacer el propio engreimiento, pudiendo llegar a la hostilidad y el fanatismo. Para éste, los sentimientos tiernos son equivalentes a la debilidad y por tanto al posible fracaso. Por ello no es raro que se proteja con una armadura de frialdad y que sea proclive a la tiranía, cuando esgrime el arma propiciada por alguna forma de poder o autoridad.
Con frecuencia, esta resulta ser una caricatura de persona, acostumbra a adoptar una postura pretenciosa tratando de destacarse sobre los demás para ocupar un plano protagonista. Pero, cuando algo le sale mal, imputa la culpa a otros, robusteciendo, de paso, su ego, al señalar la torpeza de los demás.
Ocasionalmente, este espécimen sub-humano, puede parecer generoso al deparar favores y auxilios a sus allegados, cuando realmente su intención no va en función de las necesidades ajenas, sino de las suyas propias, y en otros casos, en la de alimentar su persona a través de una falsa magnanimidad y un "afecto" fingido y negligente. Son personas capaces de regalar cosas que les sobran o que no son de su agrado, con un alarde de atención o esfuerzo. En lugar de decir claramente, que lo ofrecen porque ellos no van a usarlo, fingen que lo regalan con todo su cariño, para no privarse de una posible recompensa o reconocimiento. Otro claro ejemplo es el de buscar consuelo y compañía entre familiares o amigos cuando se siente solos, pero sin declarar esta necesidad, pues la viven como debilidad. Por ese mismo motivo no confían en los demás y no crean verdaderos vínculos de afecto.
Evidentemente, todo ese aire de poder que proyecta, no es más que una parodia que encubre sus propias carencias y sentimientos comprobados de inferioridad.
Continuamente debe reforzar un ego, que en su interior se sacude, víctima del temor.
Un padre egoísta de perfil luchador, que se siente solo, no le pedirá a un hijo que vaya a verle, se mostrará autosuficiente en todo momento, pero efectuará llamadas de atención indirectas, e irá minando sutilmente el sentido de responsabilidad de su hijo, dejando caer frases oportunas y camufladas, destinadas a ejercer presión, para que al final sea el hijo el que se ofrezca a visitarlo o incluso a hacerse cargo de él, sin necesidad de que él lo haya pedido. Un padre egoísta independientemente de la edad que tenga, no pensará en la felicidad de su hijo, sino en la suya propia.